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resuena siempre, para vergüenza y motivo para la conversión, la voz del Evangelio por el que Jesús nos llamar un cambio radical de nuestro ser y pensar para que podamos acoger el Reino y conver– tirnos en unos hombres nuevos. La Iglesia se ha considerado siempre guardiana de un siste– ma de creencias a las que no se puede renunciar por estar conecta– das directamente con el Evangelio. La Iglesia medieval creó y acu– muló abundante ideología,teología y norma canónica sobre estos presupuestos o "verdades de la fe". La fe Francisco se había ido for– mando como creencia popular dentro de ese ambiente cercano a la Iglesia de Roma. Por lo tanto no es extraño que la viviera sin plan– tearse demasiados problemas que la pusieran en duda. Para Francisco la Iglesia es la que nos ofrece la verdadera fe. Por eso ser católico es para él creer lo que cree la Iglesia; una for– ma de creer que está condicionada por el modo en que la negaban los grupos heréticos. A traves de sus Escritos se percibe una fija– ción casi exclusiva en la sacramentalidad y, más concreto, en el sa– cerdocio ministerial. No obstante, la catolicidad que vive Francisco, además de incluir la fe de la Iglesia, se extiende hasta confundirse con todo lo que ella manda y propone. La Iglesia, además de enseñar las ··verdades de la fe" que di– manan del Evangelio, ha tenido la preocupación de urgir también las consecuencias prácticas que de ellas se deducen. La realidad del hombre nuevo que nos ofrece el Señor resucitado tiene que ex– presarse en una conducta ética acorde con el Evangelio; evidencia– ran su voluntad de seguir a Jesús. Un ejemplo concreto son los tí– picos "mandamientos de la Iglesia", Estas normas, sin embargo, no siempre nacen de la necesi– dad de hacer practicable el Evangelio. Muchas veces pueden estar adulteradas por intereses menos evangélicos que conviene descu– brir para que pueda seguir siendo fiel a Jesús. Discernir lo que puedan tener de evangélico o no las proporciones canónicas y mo– rales de la Iglesia siempre ha sido difícil de ejercer para el cristia– no. En tiempos de Francisco hubo quienes ejercieron esta crítica llegando hasta el enfrentamiento con Roma; pero la mayoría de los fieles veían normal que la Iglesia organizara la cristiandad desde su propia ideología. Francisco fue uno de ellos, ya que su empeño por seguir en todo la voluntad de la Iglesia romana parece que lo realizo sin verdaderos traumas. La fidelidad de Francisco a la Iglesia fue madurando en un proceso largo que le convirtió en una víctima del poder eclesial,pe- 13

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