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necerá como en su propia casa. Y serán hijos del Padre celestial, cuyas obras realizan, pero también esposos, hermanas, y madres de nuestro Señor Jesucristo. Este dejarse habitar de una forma ac– tiva por las tres Personas divinas es lo que convierte a la Iglesia en verdadero templo de la Trinidad, el espacio donde es posible vi– vir el misterio salvador de Dios porque él se hace presente y tangi– ble, forma sacramental, el inmenso amor que Dios nos tiene; un amor que, de forma sacramental, el inmenso amor que Dios nos tiene, a un amor que, por ser compartido por los tres, tiende a rea– lizarse en la comunión, en la comunidad Francisco tiene una visión comunitaria de la Iglesia,que los predicadores y las imágenes de los pórticos de las iglesias le había ofrecido: la Iglesia, formando un inmenso pueblo repartido entre el cielo y la tierra,que alaba al Dios trinitario,Padre, Hijo y Espíritu. La llamada "Iglesia triunfante" está encabezada por la Virgen Maria, a la que sigue, debidamente jerarquizado, todo el conjunto de los coros angélicos. Luego está como si se tratara de un inmenso pórtico de catedral, las figuras del Antiguo Testamento, seguidos de los tres grupos liturgicos en la Iglesia primitiva catalo– gaba a los santos, además de algunas parejas de personajes gratos a la devoción de Francisco. Todo este cortejo de hombres y mujeres que habían recorrido ya el camino de su fe y que ahora, ya en ple– nitud,seguían viviendo lo que aquí abajo habían intentado en me– dio de tropiezos y ambigüedades, representaban la imagen gloriosa de la Iglesia, figura y modelo de la terrena y visible. La imagen peregrina está compuesta por cuantos quieren servir al Señor Dios en el seno de la Iglesia católica y apostólica. Es decir, por ese pueblo inmenso formado por clérigos, religiosos, conversos,pobres e indigentes, reyes y príncipes, artesanos y agri– cultores, siervos y señores, vírgenes, viudas y casadas, hombres y mujeres, niños y adolescentes, jóvenes y ancianos, sanos y enfer– mos, pequeños y grandes. En fin: todos los pueblos y razas, tribus, lenguas y naciones. Esto es también la Iglesia para Francisco; esa muchedum– bre inmensa que comprende a todos sin excluir a nadie; ese espacio amplio donde todos tienen cabida y en el que pueden encontrar la gracia y el perdón misericordioso. Una visión universalista del Pueblo de Dios que nos permite ir situando en su lugar justo a los diversos niveles en que percibía Francisco la Iglesia. 11

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