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<liante su palabra, con su acción y con su ser mismo, es Jesús el supremo revelador y revela– ción de Dios, y por ello el supremo de los pro– fetas que nos descubren los designios misterio– sos de Dios en la historia de la salud. Toda la actividad «profética» de Jesús, como predicador e instaurador del reino de Dios, aparece en Él impulsada y dirigida por el Es– píritu de Dios, por el Espíritu Santo, que llenó a los profetas veterotestamentarios . Finalmente, Jesús dio testimonio de la verdad con su muerte. La muerte, como lo fue para los profetas, es para Jesús parte integrante de su misión profética. Lo mismo que su acción sacerdotal y regia culmina en la cruz y resurrec– ción, también la función profética; ya que en la muerte y resurrección es Jesús el testigo fiel, acreditado por Dios. c) El Espíritu de pentecostés constituye a los doce en profetas del NT (apóstoles). La ple– nitud de la misión profética que se encontraba en Cristo se comunicó a los doce y a la Iglesia en el día de pentecostés, al descender el Espí– ritu de] Padre. Ya había dicho Jesús que, así como Él daba testimonio del Padre, predicando su verdad, fundando el reino de Dios bajo el impulso del 39. Antes hemos citado los textos, p. 14-21. 65 Vill-Conf ·- 5

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