BCCCAP00000000000000000000741

pleta lo que ya dijimos antes de la misión de testigo de la muerte-resurrección de Cristo que por el don de pentecostés incumbe a todo cris– tiano. El ser «testigo», en su sentido más denso y amplio, incluye la triple tarea mencionada de profesar, defender y propagar el reino de Dios, según las circunstancias lo exijan. c) La vocación al martirio. En relación interna y próxima con la función de «testigo», está la vocación que todo confirmado recibe para el testimonio por excelencia: para el mar 0 tirio, en que el «testigo» cumple su misión con la máxima intensidad, solemnidad y dramatis– mo, dando la vida por la fe. Por el bautismo recibe ya el cristiano la llamada de Dios para el martirio. Hay una re– lación intrínseca y profunda entre el bautismo de agua y el bautismo de sangre: ambos reci– ben su fuerza del bautismo de sangre de Jesús en la cruz (muerte+resurrección) 36 • La confirmación imprime una característica nueva en esta vocación cristiana al martirio. El bautizado ha de defender el reino de Dios hasta con su sangre; pero la defensa tiene un aspecto más personal: defiende la vida de Dios dentro de sí mismo, su propia vida cristiana atacada. En cambio, cuando el martirio tiene 36. Cf. A. DE V1LLALMQJ'<TE, Teología del bautismo (P. B. H. 63) Barcelona 1964, p. 85. 61

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz