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hombre a quien ha recibido por hijo suyo en el bautismo. Esta confianza ya la había ates– tiguado la Trinidad en el bautismo y la había sellado con una consagración imborrable. Pero ahora, al consagrarla de nuevo en la confirma– ción, quiere dar a entender que, para la Tri– nidad, aquel hombre - el confirmado - tie– ne una garantía perenne de amor, de asistencia providencial, de gracia, en una palabra. Estos sacramentos que nos «consagran» con la im– presión de carácter, nos acompañan a todo lo largo de nuestra vida y su influjo benéfico va mucho más allá del día en que fuimos confirmados (bautizados u ordenados), hasta la misma gloria. Prenda visible y sello públi– co de esta confianza, misericordia y cuidado paternal de Dios -'- que es más grande que nuestro corazón (1 Jn 3, 20) ___ , es el hecho de que, después de habernos acogido en la familia divina por el bautismo, la confirma– ción estrecha más nuestra incorporación a Cris– to y nos lleva a la madurez· sacramental de la vida cristiana. Esta mayor vinculación a Cristo y a la Trinidad implica una más esmerada asistencia por parte de Dios, mayor abundan– cia de auxilios espirituales para llevar nuestra responsabilidad de confirmados. Y porque par– ticipamos más hondamente en la dignidad me- 51

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