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gún vosotros veis y oís»"º. Y, como sabemos, el don de pentecostés no queda limitado a solos los doce: «el Espíritu se derrama sobre toda carne, particularmente y en forma específica, por la imposición de manos» jJ. Las ceremonias litúrgicas con que actualmen– te se administra la confirmación aluden reite– radamente a este efecto de dar testimonio - pú– blico y valeroso - de la fe que se ha profesa– do. En el ambiente cultural en que fueron ins– tituidos estos signos, el aceite era utilizado para ungir el cuerpo y darle agilidad, flexibilidad, fortaleza y robustez. Especialmente se quiere aludir a la práctica de los atletas que mediante la unción se preparaban para entrar en com– bate. Particularmente el aceite oloroso y bal– sámico es símbolo de vitalidad, de bienestar, de alegría expansiva, de vida que se comunica y difunde. Teniendo en cuenta esta significa– ción natural, se comprende que en los pueblos de la cuenca del Mediterráneo el aceite bal– sámico y el óleo hayan llegado a ser símbolo de la divinidad y de su comunicación benéfica. Los hombres y las cosas son ungidos con óleo para oficios, funciones y usos sagrados. Ser ungido era - en el lenguaje religioso- entrar 20. Act 2, 32-33. CI'. Act 4, 33; 3, 15; 5, 30-32. 21. Act 2, 14-36; 4, 31; 5, 32; 8, 14-25; JO, 44-48; 19, 1-6. 47
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