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edad adulta, la actitud básica de ser «recep– tor» y de vivir para incrementar su propia vida se transforma en la actitud básica de «comu– nicación» de su vida personal y en la tendencia a manifestar la plenitud de su vitalidad por la influencia en otros seres. Notamos, además, que la madurez es un fenómeno vital que afecta a todo el hombre, en su realidad integral, como ser compuesto de alma y cuerpo, en mutua relación dinámica o de interacción. E incluso al individuo no sólo en sí mismo sino en cuan– to es miembro de una sociedad. Todo el hom– bre, en su vida orgánica, en su vida anímica, en su vida social, en todo lo que llamamos su «personalidad» (en el sentido más amplio) es afectado y transformado por el fenómeno de la madurez. Fijándonos, ante todo, en las consecuencias de la «madurez» del alma, apreciamos en ella estas características: en la madurez llega el hombre a la propia interioridad, responsabili– dad y logro de la personalidad. Y esto tanto en la posesión de su. propia vida personal, como también, y en forma sobresaliente, en la vida de relación, vida social. Durante la infancia el hombre aprende de todo, pero en forma pasiva y, pudiéramos decir, algo anárquica, ya que en él las energías, 35

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