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internos y permanentes obrados por el Espíritu en los fieles. Después del primer sermón de Pedro aparecen los fieles, bajo el impulso del don de pentecostés, unidos en torno a las en– señanzas apostólicas, acudiendo con asiduidad a la fracción del pan y a la oración. También la tendencia a poseer bienes en común era efec– to del impulso del Espíritu Santo u_ San Pablo conoce la actividad carismática del Espíritu en las cristiandades por él fundadas (l Cor 12); pero sobre todo presenta la vida en– tera del cristiano desarrollándose bajo la acción del Espíritu Santo. La nueva ley de vida que hemos recibido en Cristo, por la incorpora– ción a Él en el bautismo, se describe minu– ciosamente en los cap. 6 al 8 de la epístola a los Romanos. Pero está bien claro allí que la vida cristiana, cuando llega a ser perfecta, es una vida en Cristo, y que esta vida en Cristo, desde el principio, es un vivir en el Espíritu. El Espíritu que resucitó a Cristo - le dio la vida gloriosa a Cristo - es el que reside tam– bién en los cristianos. Los nacidos de Dios en Cristo son movidos por el Espíritu de Dios, que mora dentro de ellos para dar testimonio de la filiación de hijos y para pedir - con ge– midos inenarrables - que llegue a su pleno 9. Act 2, 42-47; 5, J SS. 28

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