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del Padre, que de mí habéis escuchado; porque Juan bautizó en agua, pero vosotros, pasados no muchos días, seréis bautizados en el Es– píritu Santo... , recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros» (Act 1, 4-8). La promesa de Jesús se cumplió a los diez días, cuando el Espíritu Santo descendió, eq forma de lenguas de fuego, y se posó sobre cada uno de ellos (Act 2, 3 ss.). Pedro dio testimonio público de que aquello era el cum– plimiento de la promesa del Maestro, que, ,«exaltado a la diestra de Dios, ha recibido ·del Padre el prometido Espíritu Santo, y lo derramó, según vosotros veis y oís» (Act 2, 32-33). Como Cristo bajo la acc10n del Espíritu Santo dio testimonio de la verdad, así los após– toles dan también testimonio de la verdad de Cristo: «el Espíritu de Verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí. Y vos– otros daréis testimonio, porque desde el prin– cipio estáis conmigo» (J n 15, 26). El testimo– nio de los apóstoles es prolongación del de Cristo y se hace bajo el impulso del mismo Espíritu. Los primeros capítulos de los Hechos nos revelan una completa intimidad entre los apóstoles y el Espíritu Santo, que los guía y 22

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