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b) El Espíritu Santo es la promesa y el don mesiánico por excelencia. Mientras vivió Jesús sólo veladamente manifestó a sus dis– cípulos el misterio del Espíritu Santo de que Él estaba lleno. Continuamente lo presenta como objeto de «promesa» y como una fuerza que sólo posteriormente ha de entrar en acción. «El último día, el día grande de la fiesta, se detuvo Jesús y gritó diciendo: Si alguno tiene sed, que venga a mí y que beba el que cree en mí. Como dice la Escritura. ríos de agua viva correrán de su seno» (Jn 7, 37). Según la lección más probable, es Jesús mismo el que se constituye en fuente del agua viva. Pero el agua sólo comenzará a correr después de la resurrección. «Esto lo dijo del Espíritu, que habían de recibir a los que creyeran en Él; pues aún no había sido dado el Espíritu, por– que Jesús no había sido glorificado» (Jn 7, 39). Cuando Cristo haya resucitado, de su cuerpo y de su humanidad entera glorificada, pneu– matizada por la acción del Espíritu, se difun– dirá éste en los creyentes. En el AT se habla frecuentemente del agua viva como símbolo de la plenitud de la divi– nidad. En el NT el agua viva es el Espíritu Santo, que Jesús ha de dar a los que creen 7 • 7. J. PIERRON, M.E.P.. La source de l'eau vive, en la colee. «Évan- 20

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