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villoso de su palabra, principalmente su misión para predicar la buena nueva a los pobres y oprimidos, son obra en Él del Espíritu que le guía y llena: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres, me envió a predicar a· los cautivos la libertad... » (Le 5, 18). La alegría interior de Jesús y su acción de gracias al Padre por la buena marcha de su actividad mesiánica culminan en un momento en que Jesús se sintió particularmente lleno de la abundancia del Espíritu: «En aquella hora se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has reve– lado a los pequeñuelos» 5 • La obra mesiánica y salvadora de Jesús en– tra en su estadio definitivo con la muerte-resu– rrección. En el momento de la muerte «en virtud del Espíritu eterno se ofreció a sí mismo a Dios como víctima inmaculada>> (Heb 9, 14). A la luz de estos textos, sin duda, la voluntad inicial de Jesús, que al entrar en el mundo s:e ofrece al Padre como víctima por el pecado (Heb 10, 5), también se debe a la fuerza im– pulsiva del Espíritu del Padre. 5. Le 10, 21-24. Cf. Mt 11, 25-30. 18

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