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pos; pero ineficaces para atraer la atención de los hom– bres con quienes vivimos. De esta forma, las posibilidades de la teología kerig– mática, tal como la hemos estudiado, han de ser un es– tímulo para ql!e los teólogos desarrollen, cada vez con más amplitud, este aspecto interesante y función esencial de una teología católica que quiere ser completa. No se nos oculta que, a lo largo de nuestro estudio, hemos «tocadq» varios problemas merecedores de un tratamiento más detenido. No es posible hacerlo ahora. Mientras tanto, si hubiésemos logrado que los problemas suscitados fuesen estudiados por nuestros lectores, nues– tro trabajo ya habría logrado un resultado apreciable. 96

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