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En esta aptitud para responder a Dios, en la dignidad de poder ser interlocutor de Dios hay que fijar el pun– to de partida para una posible antropología cristiana: una interpretación rigurosamente religioso-sobrenatural del hombre. Por ser el hombre interlocutor de Dios, para poder responder a su Dios, para eso es el hombre un ser libre, inteligente, espiritual, inmortal. Por eso es imagen y semejanza del Dios creador, según la Biblia. Indudablemente, tampoco bajo este aspecto llegamos desde Dios hasta el hombre y desde el hombre hasta Dios, sino por medio de Cristo, que es imagen del Dios invisible, primogénito de toda la creación, resplandor de la sustancia del Padre 44 • Y siendo el hombre imagen de Dios a través de Cris– to, por una parte está religado a Dios como destino ra– dical de su vida y por otra parte participa del dominio de Dios sobre el mundo material. El hombre mismo se convierte en el centro inmediato del interés y destino religioso del mundo material todo entero: todo ha sido creado para glorificar a Dios mediante el servicio que presta al hombre, representante y vicario de Dios en el mundo. Con esta orientación todo el mundo material es puesto en presencia de Dios mediante el hombre, logran– do así un interés más hondamente religioso, que afecta a su destino supremo. La vida misma del hombre mani– fiesta mejor su finalidad verdadera; su sentido religioso– sobrenatural de adoración, alabanza, entrega de sí mismo a Dios. Y si, inmediatamente, toda esta visión religiosa del hombre la centramos en Cristo, entonces hemos lo– grado la auténtica categoría y la más honda para una interpretación teológico-kerigmática del hombre. 44. Hebr 1, 2-3; Rom 8, 29; Col 1, 15-20. 86

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