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Todo hombre que va a hacer algo necesita pensar previamente y en la misma medida en que la acción quiera ser decisiva y eficiente, en esa misma medida necesita de ideas profundas y bien enraizadas. Los que sienten apremios por la acción inmediata, deberían re– flexionar sobre lo complicado que resulta en nuestros días un apostolado que quiera su,perar la rutina y las formas anquilosadas. Creer que sin una seria preparación intelectual, especialmente teológica, puede lograrse un apostolado de calidad, es una pretensión infantil. Hablar sobre la descristianización de las masas y sobre los problemas sociales y repetir los tópicos usuales cuesta poco. Pero revelar los aspectos de la doctrina evangélica que ayuden a los hombres de nuestro tiempo en forma positiva, convincente y eficaz a resolver los problemas religiosos, exige mayor preparación y dedicación de lo que puede suponer cualquier recién venido a estos cam– pos de apostolado. No basta declarar al materialismo, protestantismo y comunismo como insuficientes y perni– ciosos; los sacerdotes tienen que ofrecer una solución positiva y constructiva a los problemas que tales errores plantean. Y en este momento las vacilaciones, las oscu– ridades, la ausencia de ideas claras y distintas aparece con demasiada frecuencia entre nosotros. Indicaciones más concretas sobre este «curso de teo– logía kerigmática» no son necesarias. El desarrollo de– penderá ya de la orientación que cada profesor imponga, atendidas las circunstancias y la finalidad concreta de cada curso. 79

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