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ser expuesta en forma orgánica, escolar, tenga ya una visible preocupación apostólica en la selección de los problemas científicos y en la forma en que ellos han de ser tratados ante los alumnos. Porque, una exposición científica completa y rigurosa de la teología, apenas puede hacerse fuera de los estudios universitarios. En los cursos del seminario sólo algunas tesis y problemas pueden ser tratados con la suficiente holgura y amplitud que la ciencia demanda. En esos cursos del seminario la teología sistemática no puede ser propuesta ante el alum– no sino es en forma esquemática y muy condensada, por la sencilla razón de que no es posible asimilarla, en la generalidad de los casos. Entonces una selección de cues– tiones dogmáticas elementales, situadas en el cruce de los grandes problemas divino-humanos, se hace indis– pensable. Y en esta selección, la preocupación e inten– ción kerigmática se hace posible y necesaria. En esta selección de cuestiones y exposición sucinta de la dogmática el profesor, en vez de seguir un criterio estrictamente científico, puede y conviene que siga un criterio de selección más orden,ado a la práctica, a las exigencias más inmediatas de la vida religiosa y del apostolado. Así, la síntesis teológica que irá adquiriendo gradualmente el alumno, se logrará, no según la im– portancia científica de las verdades, sino según su impor– tancia para darnos a conocer el misterio de Cristo y para salvar al hombre. Naturalmente, el interés científico y el interés inmediatamente apostólico no siempre coinciden cuando se trata de verdades reveladas. En los cursos del seminario - durante el cuadrienio teológico -, debe prevalecer con frecuencia y en numerosas cuestiones el segundo punto de vista. Ni este procedimiento debe im– plicar un menor aprecio de la alta formación rigurosa- 75

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