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que, indudablemente, hay razones especiales para hablar de la interdependencia entre las condiciones subjetivas del que la estudia y la teología en sí, ya que ésta es, esencialmente, una ciencia para la vida. Pero aun dadas las convenientes disposiciones subje– tivas para el estudio de la teología, los propugnadores de la teología kerigmática exigían un cambio «objeti– vo», e.d., una reforma - más o menos honda- en la misma teología científica en cuanto tal. Nosotros ya hemos desestimado el intento de hacer de la kerigmática una ciencia teológica nueva, formalmente distinta de la teología tradicional. Sin embargo, pensamos qQe el mo– vimiento kerigmático debe afectar a la teología cientí– fica en sí misma y «reformarla» en cierto sentido. Tal «reforma» habría de hacerse teniendo en cuenta lo que hemos dicho en el § IV sobre las relaciones entre teolo– gía científica y la kerigmática. Se trata, en realidad, de «completan> debidamente el proceso teológico, e.d., de explicar la ciencia sagrada en todos sus aspectos, prin– cipalmente en su orientación cristocéntrica y en su orde– naci6n a la vida religiosa de la Iglesia. Aspectos de la ciencia sagrada que, según los propugnadores de la ke– rigmática, no han sido suficientemente desarrollados por los teólogos, con notable perjuicio para la misma teolo– gía y para su misión de rectora de la vida religiosa de la Iglesia; misión de la que no debe nunca despreocuparse la teología. Vamos a fijarnos ahora en el aspecto «objetivo» del problema que suscita la kerigmática. Dada la índole de nuestro estudio, sólo mu.y brevemente podemos indicar los procedimientos por los que la teología haya de cum– plir su misión kerigmática. 73

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