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la facultad de percibir. A algunos sacerdotes jóvenes les da en los nervios la rutina, el amaneramiento, la falta de decisión y de valentía con que son resueltas las dificultades crecientes y renovadas de la cura de almas. Es de temer - y ello está en las leyes psicológicas nor– males - que estos jóvenes sacerdotes, llegados a sus 60 años, aparezcan con la misma dureza mental yanqui– losamiento que los sacerdotes mayores criticados por ellos. La única forma de evitar esta situación desagra– dable, será el que cada sacerdote se decida a continuar los estudios sagrados todo a lo largo de su vida sacer– dotal. Más arriba hablábamos de la necesidad de un con– tacto prolongado, de una meditación religiosa de las verdades teológicas. La continuidad de los estudios sa– grados durante toda la vida sacerdotal, es el mejor camino para lograr este contacto personal y sapiencia/, con las verdades sobrenaturales. No siempre permitirán las circunstancias que el sacerdote logre una cultura teo– lógica amplia y variada; pero siempre puede ser densa, concentrada en pocas verdades fundamentales, pero bien vistas y con tal claridad que iluminen suficientemente todo el proceso de la economía divina de salvación y ayuden a comprender su sentido. Cumplidas las anteriores condiciones habremos lo– grado la reforma «subjetiva» del estudio de la teología; e.d., hemos postulado una serie de disposiciones en el hombre que se acerca a estudiar la teología en orden al apostolado y cura de almas. Pero el hecho de que la eficiencia práctica e influjo vital de una disciplina de– penda de las condiciones del sujeto que la estudia no ofrecería novedad mayor. Sin interés y asimilación per– sonal de la enseñanza toda ciencia resulta estéril. Aun- 72

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