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acertada y digna de reflexión esta otra afirmación: «el último fundamento del método de asimilación no es otro que la analogía del ser. Dios y el mundo sobrenatural no son algo enteramente distinto de nosotros» 42 • No es esta la oportunidad para indicar normas con– cretas que ayudasen a los candidatos al sacerdocio a estar presentes en las corrientes espirituales de nuestro tiempo. Ni es nada fácil lograr un ju,sto equilibrio en este punto; pero la necesidad se deja sentir en todo lo amplio de la Iglesia de Dios. Para lograr una orientación kerigmá– tica de la teología, el contacto con la gran cultura secu– lar de nuestro tiempo es indispensable. 4. La fuerza de la palabra. Para nuestro punto de vista teológico este aspecto es secundario; pero, para la eficacia real de una teología kerigmática, el sacerdote que ha de llevar el mensaje de salvación tiene que poseer, además de la fuerza del es– píritu de Dios y de la fuerza del espíritu humano, la fuerza de la palabra humana. La palabra de Dios. sin el consorcio de la palabra humana, de sus recursos artís– ticos, de su potencia expresiva, se desluce y se pierde fácilmente en una palabra ordinaria e inoperante. Pode– mos remitirnos sobre el particular a los tratadistas de la elocuencia sagrada. La teología kerigmática no se dirige sólo a la inteligencia, sino al hombre integral. Por eso, además de la exactitud técnica, debe buscar otras más amplias resonancias sentimentales, imaginativas, afecti– vas, humanas, para la palabra de Dios que ha de tras– mitir el predicador. 42. ScHURR, ob. cit., p. 238, 219. 68

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