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3. Vivir los problemas espirituales de nuestro tiempo. El teólogo que quiere enseñar la kerigmática, y el predicador que quiera asimilarla y luego llevar las ver– dades dogmáticas al corazón del pueblo, ha de estar de lleno y en forma activa en las grandes corrientes ideoló– gicas, espirituales y culturales humanas de los hombres con quienes convive. La teología especulativa puede, hasta cierto punto, desligarse de las circunstancias históricas, de las preocu– paciones concretas en que viven los hombres a quienes es enseñada. Los antiguos insistían mucho en este ca– rácter de intemporalidad y universalidad de la verdad, inmóvil sobre todas las contingencias del acontecer hu– mano, elevada sobre todas las mutaciones que se verifican en el tiempo y en el espacio. Pero la kerigmática no puede gozar de esta intemporalidad. Tiene que estar siempre atenta y aun sumergida en los problemas espi– rituales que aquí y ahora inquietan a los hombres: in– quietudes espirituales, filosóficas y culturales en general; económicas, artísticas, político-sociales, en cuanto ellas son expresión y al mismo tiempo conforman el espíritu humano en una dirección y sentido determinado. Muy acertadamente Schurr, en su obrita varias veces citada Wie heute predigen, dedica la primera parte, lo que hay que predicar en el siglo veinte, a estudiar el pensamiento moderno. El «fondo de la predicación» es determinado en for– ma completamente paralela a las exigencias del pensa– miento contemporáneo; a los problemas y preguntas que él propone al cristianismo: frente al vitalismo hay que predicar al Dios viviente; frente al sociologismo al Dios uno; ante el problema del personalismo, la doctrina 66

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