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que adoptamos cuando nos acercamos a una persona para querer conocerla en su intimidad. Aplicación práctica de esta reflexión es el subrayar la necesidad de una larga meditación sobre las verdades reveladas para llegar a captarlas cordialmente. La pala– bra «meditación» hay que entenderla aquí cargada de todo el denso sentido religioso y afectivo que todo sacer– dote conoce por su formación espiritual. Para todas las verdades fundamentales de la teología será oportuno repetir el consejo que san Buenaventura da a los lecto– res de su Itinerarium mentís in Deum: el desarrollo de estas reflexiones no se ha de seguir en su forma super– ficial, sino que hay que irlas rumiando morosamente 40 • No basta, pues, el estudio especulativo y sistemático de las verdades teológicas o el oír una explicación cien– tífica y técnica de las mismas, se requiere ulteriormente la meditación, el contacto y trato afectuoso con estas verdades sobrenaturales. Esta misma idea se confirma teniendo en cuenta lo que es la fe como fenómeno sobrenatural completo, verificado dentro de nosotros. La fe es ciertamente un asentimiento intelectual a la verdad que Dios nos comunica, pero es algo mucho más hondo que un simple conocer: es un confiarse, desde la raíz de la vida, que es el pensamiento, en las manos providentes de nuestro Padre que está en los cielos. Dios no nos ha hablado de los misterios sobre– naturales, de los secretos personales suyos para provocar nuestra admiración; aunque también la admiración de la misteriosidad y grandeza divina sea un acto religioso. 40. Non est harum ,;peculationum progressus perfunctorie transcurrendus, sed morosissime ruminandus, en ltinerarium mentis in Deum, pról. nr. 4; v. 296b. 64

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