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zac1on sea más eficiente. Ya hemos aludido a que la kerigmática debe ser intensa y decididamente cristocén– trica. En torno al misterio de Cristo es más fácil y asi– milable una visión teológica de toda la economía de salvación: más asimilable y más próxima a las necesi– dades de la vida de la Iglesia. La teología sistemática puede seguir siendo organizada en torno a la ratio deita– tis - nosotros no queremos tratar aquí este proble– ma -, pero la kerigmática tiene que organizarse en forma del todo explícita en torno a Cristo, en quien está Dios reconciliando al mundo consigo. Todavía otro caso concreto. La doctrina revelada sobre el hombre la va estudiando la teología sistemática en diversos «tratados». Concedamos que, partiendo de la ratio deitatis, esto sea lo más científico. Pero el teó– logo qoe se va a dedicar en forma más inmediata al apostolado y cura de almas necesita que se le propon– gan todas estas ideas organizadas en una antropología teológica, una auténtica concepción cristiana del hom– bre que él, en su apostolado, pueda enfrentar a las concepciones anticristianas. Y el hombre cristiano com– pleto no es objeto de ningún tratado teológico especial. Generalmente falta una «antropología teológica» que fuese la síntesis de toda la doctrina revelada acerca del hombre: origen, estructura y sentido sobrenatural, valor de la vida individual y colectiva. Ya se comprende que una visión sintética, dinámica y dispuesta para regir la acción apostólica, exige un largo contacto con las ver– dades teológicas y u.n sincero esfuerzo personal para dominarlas. Nada se consigue aquí con el apresura– miento y la simplificación utilitaria. 60
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