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labra» y dirigir la grey del Señor: los sacerdotes dedi– cados a la predicación y cuidado de almas. La teología sistemática como tal se ocupa de los fundamentos de nuestra fe: demostrar las verdades re– veladas por las fQentes, explicarlas sistemáticamente descubriendo las analogías íntimas que tienen entre sí, con el fin último del hombre y aun con las verdades del orden natural. La teología kerigmática tiene como oyente más propio al teólogo en cuanto ha de dedicarse a la cura de almas. Se trata de hacer ante él una expo– sición de las verdades reveladas tal que, asimilada por el teólogo, pueda servirle de alimento, guía, orientación en el apostolado y cura de almas. Debe esforzarse la kerigmática en ayudar al sacerdote a que asimile per– sonalmente las verdades reveladas, para que luego las convierta en sustancia de su predicación. La kerigmáti– ca no enseña al predicador lo que debe decir al pueblo el domingo siguiente. Ni ofrece una técnica concreta para ejercer la cura de almas. Más bien trata de decirle al «apóstol» (o futuro apóstol) hacia dónde debe orien– tar su predicación, cuáles son los temas eternos y ac– tuales de la palabra que él administra. Y no sólo indi– carle¡ el camino, sino ayudarle a que los grandes temas de la predicación sean seleccionados, estudiados y com– prendidos en su última hondura teológica, en forma persdnal y eficiente. E~ mensaje de salvación tiene una virtualidad infi– nita y omnipresente en todos los momentos de la histo– ria h¡umana. Pero hay que señalar en forma concreta e inconfundible el aspecto del mensaje que conviene resaltar ahora. Y mejor que hablar de un «aspecto», habría que hablar del modo cómo la totalidad del men– saje, en su núcleo germinal más denso y operante, puede 57
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