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aparte. Algo análogo, aunque en forma menos mar– cada, sucede con la kerigmática. La teología, en su pro– ceso completo, incluye la función kerigrnática; pero, además, es preciso que el aspecto kerigrnático de las verdades reveladas sea especial y detenidamente estu– diado por razones de orden práctico, en beneficio de los sacerdotes que han de dedicarse a la cura de almas y para el bien espiritual de los creyentes en general. V. SUJETO DE LA TEOLOGÍA KERIGMÁTICA Con frecuencia se piensa que la teología kerigmáti– ca ha de consistir en el arte de proponer directamente al pueblo, en forma sencilla, atrayente y accesible a todos, las verdades dogmáticas. Según eso, hacer teolo– gía kerigmática habría de consistir, poco más o menos, en elaborar una especie de sermón ejemplar, modelo de los que, posteriormente, habría que dirigir al pueblo cristiano. Pero no es así. La kerigmática, no hace de suyo y directamente sermones, ni tiene por auditorio propio al pueblo cristiano en general. Tampoco puede ser la ke– rigmática la exposición de una serie de ternas predica– bles de base teológica: la kerigmática, tal corno la es– tudiarnos aquí, no es ninguna orientación nueva en la oratoria sagrada; el movimiento kerigmático es más bien un impulso que, recibido en el seno de la teología cató– lica, la vivifique y haga más apta para vivificar ella mis– ma la vida cristiana y, en especial, el apostolado de la Iglesia. Por consiguiente, la kerigmática no puede tener por oyente inmediato al pueblo fiel, sino tan solo a los selectos que han de dedicarse al «ministerio de la pa- 56

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