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la teología y cultivarla con preferencia; pero no olvide nunca el proceso teológico completo. A lo largo de la historia, la teología católica ha cultivado con preferencia una u otra de estas funciones. Si en la actualidad se comprende que debe ser resaltada y convertirse en objeto de atención la función valorati– va, y en concreto la ordenabilidad de la teología a la predicación y al apostolado, los teólogos que cultiven este aspecto de la teología tienen perfecto derecho a hacerlo. Esto es lo que querían y quieren hacer los teó– logos kerigmáticos. En nombre de la teología científica no se debe desestimar este intento. 3. Distinción entre la teología científica y la teología kerigmática. A pesar de que la kerigmática ha de mantener siempre su categoría de auténtica teología, tiene, con todo, una función específica que la distingue con bas– tante nitidez de la teología sistemática. La teología de la predicación, dice Capánaga, no mira como la especulativa, a establecer los fundamen– tos teóricos, la coherencia orgánica o el grado de cer– teza de las verdades reveladas, sino más bien - reali– zada previamente la tarea científica-, quiere encon– trar el modo de llegar a esculpirlas en el corazón de los fieles y especialmente de los sacerdotes dedicados al apostolado y cura de almas. Para ello busca, ante todo, el significado pragmático, religioso, de las verdades y su eficiencia para implantar, afianzar y desarrollar la vida cristiana, espiritual de los creyentes. Se preocupa de co– municar y extender el contenido de la ciencia teológica hasta el pueblo, por medio del ministerio de la palabra. 54

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