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venía a ser sinónimo de «predicación» sagrada y aun de «apostolado» en general. Y la teología kerigmática habría de ser una teología ordenada, en forma más in– tensa, inmediata y eficiente, a la predicación y al apos– tolado en general. En este sentido es perfectamente le– gítimo postular una teología kerigmática. Pero tomemos la palabra «kerigma» en su primitivo sentido neotes– tamentario: todavía en este caso es legítimo y necesario hablar de una teología kerigmática, de una orientación kerigmática de la teología. Siguiendo ordenadamente el proceso que va desde el kerigma primitivo hasta nuestra teología actual po– demos señalar: a) El kerigma, en sentido estricto, es una forma específica de predicación. Podría llamarse la predicación por antonomasia, la predicación de la Iglesia en su for– ma germinal y primera, insustituible. Por eso, toda pre– dicación de la Iglesia en ct1alquier época o es un kerig– ma en sentido riguroso y sustantivo, o, al menos, ha de estar vivificada por la virtualidad del kerigma. Ha de ser «kerigmática» en sentido adjetivo. b) El primitivo kerigma se fue desarrollando en formas cada vez más amplias. Según los nuevos am– bientes y problemas que se presentaban ante los misio– neros del Evangelio surgen otras formas de proponer el mensaje: catequesis, didakhé, didascalia. e) Nuestra teología es otra de las formas de pre– sentar el mensaje cristiano. Lo propone según las exigen– cias de la inteligencia humana que busca fundamentar racionalmente, explicar, condensar sistemáticamente, para asimilarlas y entenderlas más a fondo, las verda– des que contiene el mensaje de salvación. 44

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