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del «misterio de Cristo»; y todo el misterio de Cristo está condensado en la muerte y resurrección que el ke– rigma proclama ante los hombres. 2. Nuestra teología ha de ser kerigmática. Mediante la anterior consideración - que no es po– sible alargar ahora - nos parece claro que toda la teo– logía del NT (y a través del Nuevo también la · del Antiguo Testamento) aunque no haya de llamarse simplemente kerigma, sin embargo, es intensamente ke– rigmática; porque es un desarrollo de la densidad in– terna del kerigma y porque está referida siempre al kerigma como a realidad radical, fundamento que aguanta todo el peso del edificio. Y si podemos y debe– mos afirmar que la teología del NT es intensamente kerigmática, entonces ya hemos dado el paso definitivo para afirmar que, la teología cristiana de todos los tiempos ha de ser, en forma clara y rigurosa, teología kerigmática. Kerigma y teología las entendemos como dos formas complementarias de proponer el mensaje cristiano de salvación en Jesucristo. Por razón de la íntima com– presencia de una forma en otra, mi,nca hay kerigma cristiano que no sea el germen de una cristología y, por tanto, de una teología. Por su parte la teología cientí– fica, además de prolongar sus raices hasta el kerigma evangélico, debe volver de continuo a él. El proceso de la investigación científico-teológica deberá ser largo en ocasiones; pero siempre debe terminar por llevar a los hombres al misterio de Cristo, en quien está Dios re– conciliando al mundo consigo. Por eso debe ser «kerig– mática» nuestra teología. 42
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