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mos aludir aquí las parábolas del fermento y del grano de mostaza: el pan recibe un sabor especial por la acción del fermento, pero el pan no es fermento. Del grano de mostaza nace el árbol, pero el árbol es ya otra rea– lidad distinta del grano. La teología no es kerigma, pero sí ha de mantenerse informada y en contacto lo más cercano y vivo con el kerigma: puede y debe ser con todo rigor kerigmática. De la sustancia y virtualidad del kerigma se han nutrido las demás formas de proponer el mensaje cris– tiano de salvación: catequesis, parénesis, didakhé, di– dascalia.24 Nuestra teología es una de las formas de pro– poner este mismo mensaje. Es una forma ampliada y complicada por la problemática de los tiempos. Pero también nuestra teología hunde sus raíces en el kerigma primitivo y está sostenida por su, virtualidad. El kerig– ma es el «pregón pascual» del hecho fundamental de la historia santa: la muerte y re¡¡urrección de Jesús. Y nuestra teología reconoce en este acontecimiento la su– prema revelación de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; y de todo el «misterio de Cristo». 25 Para comprender mejor el enlace de la teología con el kerigma, pero al mismo tiempo su distinción, vamos a indicar los momentos del proceso evolutivo que va desde el kerigma hasta la teología propiamente dicha. La predicación de los apóstoles comenzó por ser un «pregón» de la resurrección de Jesús: este es el euange– lion, la alegre noticia de un acontecimiento cumbre en la historia de salud: ¡Jesús resucitó! Naturalmente, la 24. Cf. n. 21. 25. Cf. ALEJANDRO DE V1LLALMONTE, O.F.M. Cap. Problemas en torno al Cristocentrismo teológico, VerVid 19 (1961) 113-129. 39

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