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También Jesús comienza pregonando que el reino de Dios comienza aquí y ahora a irrumpir en el mundo. Pero en seguida pasa a proclamar su mensaje decisivo: el reino de Dios es Él, su persona es el centro y contenido del euangelion que vino a anunciar. Es preciso creer en el Evangelio y hacer penitencia (metanoia). Pero la buena nueva es precisa y concretamente ésta: en Él, en Jesús, irrumpe el reino de Dios en el mundo. Decidirse por Jesús es decidirse por el reino. La revelación suprema de que Él era el Mesías y de que en Él entraba el reino de Dios en el mundo, la hizo Jesús con su muerte y resurrección. Fue aquí donde, según fórmula de los Hechos, Dios le constituyó Cristo. 22 Teniendo en cuenta esta revelación definitiva, el esquema de la predicación de los apóstoles y de todo kerigma lo constituyen para siempre en la Iglesia aquellas palabras de san Pedro: Tenga pues por cierto toda la Casa de Israel que Dios ha hecho Señor y Cristo a este Jesús, a quien vosotros habéis crucifi– cado.23 b) Sentido salvífico. En íntima dependencia con el pregón pascual sobre Cristo resucitado, está la inten– ción que el kerigma lleva de provocar en el oyente la «conversión» en su sentido más amplio, que termina por identificarse con la «salvación». El kerigma tiene la intención manifiesta de remover desde sus raíces la vida religiosa del hombre, de ponerle en una situación límite delante de Dios. Cuando el en– viado de Dios (apóstol o profeta) proclama la salvación en Jesús, el Cristo; le pone al oyente en la alternativa ineludible de decidirse por Jesús o en contra de Jesús; 22. Act 2, 32 SS. 36; 3, 13 SS, 18 SS. 26; 13, 33-34; 17; 17, 31. Rom 1, 4. 23. Act 2, 36. 36
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