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la segunda. Esta doble recepción de la carne de Cristo, que da la vida, corresponde a la «justificación» pauli– na por la fe y el bautismo. En ambos casos, una misma historia de salud que comienza en el corazón del Padre, se centra en Cristo muerto y resucitado y llega al hombre que entra en la muerte y resurrección de Cristo por la fe y el sacramento. 3. Dos notas esenciales del kerigma. Subrayamos todavía dos características esenciales permanentes del kerigma primitivo y del kerigma que ha de existir siempre en la Iglesia: orientación cristo– céntrica e intenso sentido salvífica. Esta doble caracte– rística nos ayudará a comprender cómo la teología cristiana puede y debe ser «kerigmática». a) Orientación cristocéntrica. Esta orientación cristocéntrica es manifiesta. Y más que una orientación hacia Cristo, que siempre supondría cierta dualidad entre Cristo y el kerigma, hemos de decir que Cristo es el contenido mismo del kerigma. Realmente, Ío que se «pregona» es a Jesús el Cristo, Jesús constituido por Dios salvación y redención por su muerte y resu– 'rrección. Si toda predicación la podría resumir san Pablo en las palabras «predicar a Cristo crucificado», mucho más ha de decirse esto del primitivo kerigma evangélico y apostólico. En el kerigma del Bautista encontramos ya la orien– tación hacia Cristo del todo explícita. Su «pregón» de penitencia es enteramente mesiánico. En realidad cul– mina en aqu,ellas palabras del Bautista: «este es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo» (Ioh 1, 29). 35

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