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Pero si alguna vez san Pablo, dirigió una mirada «sin– tética», y se detuvo en una visión panorámica de su propio pensamiento teológico, sin duda que lo vio des– plegarse - de arriba a abajo - en estas etapas suce– sivas: Hay un misterio de amor que existe desde la eterni– dad en el corazón del Padre, el designio de comunicar la salvación a todos los hombres: Llamada, elección, predestinación que hace el Padre (naturalmente, el Hijo y el Espíritu entran también en este designio). El misterio de amor se concreta luego en una per– sona histórica: en Cristo, en cuya predestinación, elec– ción, llamada, se centra la que el Padre hace a todos los hombres y a toda la creación. La creación material es «llamada» al ser como presupuesto, preparación para el pueblo que Dios «eligió». Y el pueblo elegido fue ordenado a Cristo, que es el Primogénito entre la multitud de hermanos. La fuerza del misterio de amor, que reside en Cris– to, revela su poder salvífico en la pascua de Jesús: su muerte y resurrección. En este «acontecimiento salvífi– co» están sintetizados todos los demás que tienen lugar en la historia de salud: creación del mundo, alianza del AT, la vida de Jesús y su acción pneumática en la Iglesia hasta el fin del tiempo presente. Todas las reflexiones teológicas de san Pablo giran en torno al «misterio de Cristo», visto desde la resu– rrección y muerte y culminando en el misterio del Padre. Para san Pablo no hay ningún teocentrismo teo– lógico abstracto, e.d., que no esté referido a Cristo y a su acción: ni un Cdstocentrismo sin suficiente hondura teológica, e.d., que Cristo siempre viene del Padre y vuelve hacia Él. En su ser y su acción. 33 3 - Villalmonte
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