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citado, cuyo sólo título es expresivo en este sentido: Jesús, el Cristo. Forma originaria del kerigma apostóli– co como norma para nuestra predicación y nuestra teo– logía sobre Jesucristo.'" La primera enunciación del mensaje sobre Jesús hecha por los apóstoles es ésta: Jesús es el Ungido, el Mesías, el Cristo prometido en el AT. Así lo ha «proclamado» Dios al resucitarle de entre los muertos. Con ello toda la revelación del AT es re– velación hacia Cristo y todo el tiempo posterior está determinado por Él. Según esto, el kerigma está esen– cialmente ligado a la resurrección de Jesús. La primera «proclamación» del triunfo de Jesús la hizo Dios Padre al resucitarlo de entre los muertos y sentarlo a su de– recha en el cielo. El «pregón pascual» de los apóstoles, es ya un eco de la «proclamación» que hizo el Padre. Al proclamarse la resurrección se proclama también que Jesús es el Cristo de Dios, se demuestra esta verdad por el AT y se exhorta a la «conversión», a creer que Jesús, es el Cristo. Y de este nombre fundamental y originario dado a Jesús, el Cristo, se desarrolla toda la cristología de los Hechos y del NT, y por consiguiente toda la doc– trina dogmática. Y de aquella primera exhortación a creer (y vivir) la resurrección por la conversión y la fe, se desarrolla la doctrina moral del NT. Como una variación de la misma idea podemos decir que el contenido nuclear del kerigma primitivo es la muerte y resurrección de Jesús. El kerigma gira en torno a la persona de Jesús, pero vista en forma con– creta - en acción-, enraizada en la historia a través de su muerte y resurrección, principalmente. Mediante el acontecimiento fundamental de la historia de salud, 19 Cf. n. 9, así como la bibliografía allí citada 30
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