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Con diversos matices todos coinciden en las reclama– ciones contra la esterilidad práctica, la vaciedad que, en concreto, deja la teología sistemática, científica, de escuela, cuando ha sido enseñada con demasiada ex– clusividad a los candidatos al sacerdocio. La organiza– ción de la teología en torno a la idea de la ratio deitatis podría - en el mejor de los casos - ofrecer ventajas de orden especulativo sistemático. Pero si se organiza en torno al misterio de Crista, gana mucho la teología en proximidad a la vida cristiana, a la espiritualidad de la Iglesia y de los fieles, a la predicación en cualquiera de sus formas; ya que estas actividades constantemente están orientadas en torno a la realidad concreta de Cris– to, y a Dios, en cuanto se nos manifiesta en el rostro de Cristo Jesús. Igualmente, la terminología excesivamente técnica, esquemática y escolástica en que es expuesta la teología científica, son poco aptas y a penas adaptables para la predicación y la vida religiosa, que requieren expresiones de más amplias resonancias humanas y afectivas, más cercanas a la psicología y a la historia de los hombres. Una forma de expresión muy similar a la que las verdades reveladas recibieron en boca de los autores bíblicos y del mismo Jesucristo. Teólogos como Lakner y Lotz quisieron una reforma a fondo de la ciencia teológica: la teología sistemática y escolástica en curso, podrá tener sus ventajas desde el punto de vista especulativo y puramente científico; pero está poco adaptada y es difícilmente adaptable a la vida religiosa de la Iglesia y al apostolado. Por eso, habría que pensar en otro modo de ciencia teológica distinta, que pusiese en primer plano los valores reli– giosos, prácticos, espirituales, predicables del mensaje cristiano de salvación. Este cometido lo llenaría la teo- 15

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