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y apostolado. El sacerdote que busca alimento para mantener y profundizar su vida espiritual personal o la de los fieles a él encomendados, la ha de encontrar en los libros de espiritualidad, en la liturgia, muy pocas veces en los libros de teología que estudió en el semi– nario. 3 Claro que la más elemental prudencia aconseja no hacer demasiado caso a estas encuestas realizadas entre estudiantes que sienten inquietud de no se sabe qué, ni ,de sus desahogos contra los aburridos libros de texto y contra los «rollos» de los profesores. Pero, aun contan– do con las formas siempre excesivas de la juventud, los testimonios recogidos por P. Hitz tienen su valor. Por otra parte, cualquiera que durante los últimos 25 años, haya estado en contacto con sacerdotes jóvenes, habrá oído las mismas o similares quejas. El descontento contra la teología abstracta flota en el ambiente. Pero tampoco es menor la inquietud que ha surgi– do por reformar la predicación sagrada y el apostolado en general. Esta inquietud, en sus mejores manifesta– ciones, postula una mayor integración y radicación de la acción apostólica en la ciencia teológica. 4 El problema de la compenetración mutua entre la teología y la acción apostólica es enormemente complicado y grave. No se puede resolver en forma masiva y unilateral. Nada ayu– dará el reclamar contra los profesores y los áridos manuales de teología, o contra el practicismo inconsis– tente de tantos pastores de almas. 3. HITZ, C. SS. R., Théologie et Catéchese, NouvRevThéol. 87 (1955) 897-923; véanse especialmente p. 897-899. 4. Cf. V. ScHURR, C. SS. R., La predicaci6n cristiana en el siglo XX, trad. de A. Hortelano. Madrid 1956, pp. 197-227. P. HITz, C. SS. R., Preg6n misio– nero del evangelio, trad. de M. Rodríguez del Palacio, Desclée de Brouwer. Bilbao 1960; donde la necesidad de una mejor fundamentación teológica se aplica al apostolado concreto de las misiones populares. 12
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