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l. Existe un problema real. «Entre los conceptos y las tesis adquiridas durante el período escolar y el trabajo pastoral se ha abierto, a menudo, un gran abismo». 2 Así señalaba el problema de la discontinuidad entre la ciencia teológica y la acción apostólica H. Rahf'ler, hace ya más de 25 años, al co– mienzo del movimiento por una teología kerigmática. Desde entonces, aunque los remedios han sido distin– tos y divergentes, son numerosos los autores que seña~ lan y estudian el problema de la adaptación de la teología al apostolado y a la vida de la Iglesia en ge– neral. P. Hitz habla enérgicamente de esta disociación y recoge testimonios sobre la inutilidad de la teología escolar para guiar y alimentar el apostolado de los sacerdotes. La mayor parte de los seminaristas y sa– cerdotes jóvenes no saben qué hacer de la carga de teología científica que han acumulado durante los años de la carrera eclesiástica. Con ello se pone de ma– nifiesto - una vez más - «una ruptura profunda y vieja ya, la de los teólogos y la de los espirituales». Desde fines de la edad media puede observarse que los grandes teólogos y los grandes maestros de la vida espiritual o grandes pastores de almas rara vez se unen en una misma persona. En contra de lo que su– cedió en la edad patrística y, aun entrada la edad media, en hombres como san Anselmo y san Buenaventura. Encuestas realizadas entre seminaristas y sacerdotes jóvenes confirman globalmente este hecho: falta de unidad psicológica interna entre el dogma, tal como es propuesto en los cursos de teología, y la espiritualidad 2. RAHNER, S. I., La teologia de la predicación, trad. de J. C. R11ta. Buenos Aires 1950, p. 19. 11

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