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dencia divinas. Y, a la vez, enriquece con su testimo– nio personal la fe esperanzada en el amor de Dios. Emociona ver a Cristo rodeado de pecadores, comien– do y bebiendo con el,os. Conoce todas las fragili9a– des humanas. Conoce la capacidad enorme de olvido, de inconsistencia, de pequeñez, de perversidad y has– ta de vileza que cara:;teriza a la humanidad. No se puede alegar desconocimiento por parte del Maestro. Nadie ha conocido al hombre por dentro y por fuera como El. Es quien mej::>r lo conoce y -no obstante, o quizá por eso mismo- es quien más lo ha amado. Es misericordioso con los pequeños porque es grande y magnánimo. Es misericordioso con los vacilantes porque es fir– me. Es bueno con los frágiles porque es fuerte. Es bondadoso con os que se dejan fascinar por la carne porque es limpio, transparente y comprensivo. Es misericordioso con los que se dejan tiranizar por sus instintos porque es libre. Es misericordioso y bueno con los pecadores por– que está lleno de grac:a. La misericordia es un don de Dios que mide la tem– temperatura espiritual del corazón. Cristo, como es Dios, rebasa todas las normas usuales en los mejores y es infinitamente mise~icordioso. No hay situación, por extraña, trágica o triste que sea, que El no comprenda. Y, lógicamente, su corazón le lleva a actuar con cle– mencia y con bondad. El Evangelio está lleno de escenas de misericordia: -Cristo siente .piecad por la muchedumbre que le sigue porque llevan varios días tras El y tienen 83

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