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placentera del placer sensible. El discípulo de Cristo sufre y sufre intensamente. Pero su tristeza se conver– tí rá en gozo. En la aflicción es cuando mejor se percibe la llama– da de Dios. Y quien sufre por El será confortado. Los elegidos iban gozosos ante los tribunales porque se les consideraba dignos de padecer por Cristo.. 4.ª PARADOJA: FELICIDAD EN SANTIDAD Pero ¿no hemos quedado en que el camino de la santidad es abrupto? ¿No está suficientemente com– probado que tenemos miedo a entregarnos y por ello le estamos dando largas a Dios? La mayor parte de los hombres se sienten descartados de la santidad que consideran como una aspiración inalcanzable en el plano personal. Hasta los hombres de gran inquie– tud espiritual acaban casi siempre pactando con la mediocridad y recurren a evasiones que no compro– meten tanto: "Yo no aspiro a santo, me contento con ser bueno". Es un hecho triste: se rebaja la santidad, meta obligada según el Evangelio para todos los discípulos de Cristo, a horizontes excesivamente humanos de compasión, bondad y cierta ejemplaridad. Da pena ver que muchos llamados oara santos se quedan en hom– bres simplemente honrados. Cristo dice que son felices los que tienen hambre y sed de santidad. Y en este capítulo de hambrientos y sedientos están los sanamente inconformistas que no se contentan con su mediocridad y repiten cons– tantemente: "vamos a empezar porque hasta ahora po– co o nada hemos hecho". Tienen hambre de Dios los que luchan por levantarse y redimirse cada día. Los 81
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