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garlo. Dios quiere convencer con razones de peso: es– tamos en la vida temporal "de paso", no somos del mundo, la vida es un escenario en que representamos un papel que Dios mismo reparte. Lo decisivo no es el personaje sino la calidad de la interpretación, la fidelidad a la misión encomendada. Lo decisivo es sal– var el destino eterno que es salvarse a sí mismo para Dios. Con frecuencia, el hombre desconoce los caminos de Dios y hace proyectos a su medida, que es la pe– queñez, la comodidad, la vulgaridad. Y Dios sale al encuentro señalando el camino verdadero. El hombre forcejea con Dios, pero si es humilde y recto acaba aceptando lo que Dios quiere. Cuando el hombre se rinde incondicionalmen:e al requerimiento de Dios y responde con lealtad, aunque le duela: "Señor, ¿qué quieres que haga?" está a salvo. Pero que se prepare para la poda. Dios corta por donde duele. El hombre suele bus– car la tierra firr,,e para asegurarse en las riquezas, en la fama, en el prestigio, en .el poder. Y llega Dios y, de la noche a la mañana, lo deja en la calle. Francisco va a la guerra con la pretensión de ser armado caba– llero y acaba con sus huesos en la cárcel. Siente náu– sea ante los leprosos y acaba curando sus llagas. Quie– re fama y prestigio y acaba en "menor". Dios le poda para que dé más fruto. Si llegan a cumplirse sus pre– visiones y sus ambiciones, nos hubiéramos quedado sin San Francisco que estaba muy agusto capitanean– do a jóvenes divertldos y despilfarrando frívolamente un dinero que no le costaba ganar. Dios poda las excesivas facilidades que hacen al hombre perezoso y presuntuoso. La experiencia es po- 69
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