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mos capaces ni de pensar el bien sobrenatural si Dios no viene en nuestra ayuda. Conviene recordar esta doctrina de la nulidad del hombre, no para desanimarlo sino para que tome con– ciencia de su verdadero ser. Cuando Cristo dice que no podemos nada sin ::1 nos introduce en el misterio de su grandeza y de nuestra pequeñez. "Nada" quiere decir nada. El sarmiento desgajado de la vid no pue– de participar de la savia y muere. El cristiano desga– jado de Cristo es un miembro muerto. En el plano de la acción la unión con Cristo es condición ineludible para la eficacia. La rama enferma muere de anemia porque no participa de la savia del árbol. El injerto que no prende se marchita y se seca. El cristiano es– tá injertado en Cristo ... De estas reflexiones se deduce que la simple hon– radez humana, hasta la misma ejemplaridad cívica o ética no sirve para naca en una perspectiva cristiana. Puede ser, cuando más, una preparación remota para que Dios actúe. La frase de San Juan se presta a pro– fundas conclusiones: "~/ fruto que no está unido a mí, se le arrojará como al sarmiento que se seca, que lo recogen, que lo echan al fuego y arde". Si no podemos nada -si no somos nadie- se de– nuncia la soberbia como una sinrazón o como una contradicción. En rigor, la soberbia es la actitud más estúpida del espíritu. La humildad sencilla es, por el contrario, una actitud inteligente y luminosa porque se engendra en la verdad y en la belleza. 65

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