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-quien comparte su mesa con el pobre, sienta a su mesa a Cristo, da de comer a Cristo ham– briento; -quien da de beber al sediento, sacia la sed de Cristo. (En otra parte dirá que quien da un vaso de agua pensando en El no quedará sin recom– pensa); -quien acoge al peregrino, acoge a Cristo; -quien viste al desnudo viste a Cristo. -quien visita al enfermo y al preso visita a Cristo. Los buenos son benditos no por haber hecho el bien, sino por haberlo hecho a Cristo. En la misma lí– nea, los malvados son enviados al fuego eterno por haber negado, no al hombre sino a Cristo, el pan, el agua, el hospedaje, la visita caritativa. Los buenos se salvan por el amor. Los malos se condenan por caren– cia de amor. De aquí a afirmar que la señal distintiva del cris– tiano es el amor hay un paso. Y es de nuevo Cristo quien va a darlo: "En esto conocerán que sois mis dis– cípulos: en que os amáis unos a otros". La vida lim– pia y pura, la austeridad disciplinada, la ejemplaridad profesional, el fervor religioso y otras cualidades edi– ficantes tienen gran importancia para el cristiano. Pe– ro el amor fraterno ocupa el primer lugar, vinculado, como es lógico, al amor de Cristo. El cristiano debe identificarse presentando sus credenciales de amor al prójimo. La vivencia de este amor fraterno era tan in– tensa y tan manifiesta en el primitivo cristianismo que no pudo pasar inadvertida ante la opinión pública. De– cían los paganos: "Mirad cómo se aman". El cristiano tiene conciencia de que el amor al prójimo es vital para su propia santificación y reco- 62
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