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Otra novedad del amor cristiano se refiere a su ex– tensión, como ya queda apuntado anteriormente. No se trata de amar a la humanidad y de perdonar a los per– seguidores en abstracto. Se trata de amar concreta– mente al enemigo activ:>, a este hombre enrevesado y agresivo que te sale al paso cada día, al falso herma– no que se sienta a tu mesa y sabes que es un Judas que te va a vender vergonzosamente en la primera oca– sión que se le presente. Te hierve la sangre en las ve– nas, sientes náusea, te marea su vileza, te entristece su papel de :raidor y... tienes que amarlo. ¿No será demasiado? Cristo parte de lo d fícil que es amar a los enemi– gos y rezar por los perseguidores. No obstante, se mantiene firme en sus cecisiones: manda amarlos, que es mucho más que perdonarlos. Quien perdona en cierto modo se desentiende, mientras que quien ama está dispuesto a ayudar, a preocuparse, a prestarse a sabiendas de que no va a encontrar aprecio ni grati– tud. Cristo reGonoce además que el amor al prójimo exige un gran dominio de sí mismo y una gran violen– cia sobre las tendencias normales del hombre a res– ponder, cuando se le provoca, con la revancha y el desquite. Por eso apela a motivaciones sobrenaturales y en concreto al testimonio vivo del Padre que da llu– via y sol a los injustos y pecadores. Si se margina la motivación sobrenatural el amor se empobrece porque se hace parcial y exclusivista y ya no tiene mérito. . El odio -esa supresión intencional y afectiva del prójimo- viene calificado como homicidio en San Juan. Por ello queda descartado ya que hiere al amor fraterno en su mismo centro. Pero no basta con no odiar; es preciso amar, ?'ª que quien no ama a su her– mano "permanece en la ·muerte". Por otra parte hay 53
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