BCCCAP00000000000000000000739

"acostrumbrados" a Dios y esto -tan bueno en as– pectos fundamentales de la experiencia religiosa- tie– ne también sus riesgos, como la rutina y la tibieza. La frecuentación del altar puede agrietar o encallecer la sensibilidad y se presenta la ofrenda -se reza, se canta y se comulga- como quien se sabe el "oficio", sin que impresione demasiado la presencia de! Dios viviente. La excesiva confianza con el altar hace olvi– dar lo exquisito, delicado y grave del amor fraterno. Y se presenta la ofrenda pasando un poco por alto la ofensa al prójimo. Pero las palabras de Cristo son ta– jantes: no se puede presentar la ofrenda sin la recon– ciliación previa con el hermano. Las palabras de Cristo nos exigen- una rev1s1on de nuestras relaciones con el prójimo, un examen de amor fraterno antes de cada rezo, antes de subir al altar para presentar la ofrenda. Es aigo tan sagrado que no puede realizarse jamás por la fuerza de la costum– bre, como quien ejerce un oficio. Nunca debemos "acostumbrarnos" a comulgar, nunca debemos recitar el oficio para tener una obligación menos que cumplir. Tenemos que dar la impresión de que estamos inmer– sos en el misterio de la presencia del Dios viviente que resulta cada día conmovedoramente nueva. El cristiano debe pedir cada día la gracia de saber vibrar y saber sentir para que la oración y la ofrenda estén cargadas de contenido. "Si tu hermano tiene algo contra ti", no vayas a presentar tu ofrenda, no te acerques a comulgar. Re– cuerdo que en un colegio de rehabilitación de la mu– jer, una jovencita no se acercó a comulgar en un día muy señalado porque había tenido "unas palabras con una compañera" y por ello tenía la conciencia "turba– da". (Sin comentarios). 52

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz