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AMOR AL PROJIMO l. TODO HOMBRE ES MI HERMANO Es el gran descubrimiento espiritual que cambia radicalmente la faz de la historia humana: "Todo hom– bre es mi hermano". El universo entero se convierte en una gran familia a la que Dios guía con mano sua– ve, poderosa y paterna. Queda atrás la vieja ley del te– mor servil y se impone con su espléndida grandeza la ley del amor. Podemos llamar a Dios, con gozo, con verdad y con confianza, "Padre nuestro". La paterni– dad universal de Dios nos aproxima -nos da concien– cia de la proximidad a todos los hombres- y nos her– mana. En la vieja ley el amor al prójimo tiene ya un alto rango jerárquico'. Va a continuación del amor a Dios que se considera e: mandamiento "principal": el se– gundo es semejante al primero y se formula así: "ama– rás a tu prójimo como a ti mismo". En los textos se explicita el alcance de este amor, aunque la simple acentuación del "como a ti mismo" pone el acento en la fuerza con que el hombre se afirma en su propia persona. El hombre que teme tanto la acritud del jui– cio ajeno, no debe juzgar con acritud. Con la medida con que el hombre mida al prójimo será el mismo me– dido. Y ya sabemos que cada uno escoge para sí la comprensión, la exculpación, la delicadeza y el amor de los demás. El amor de los judíos era parcial y, por lo mismo, excluyente. Demasiado natural para ser cristiano'. Se 49

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