BCCCAP00000000000000000000739
bles somos cuando se trata de afirmar la propia per– sonalidad, de adquirir prestigio, de defender los pro– pios derechos! ¿Quién pierde, en cambio, el sueño, quién sufre por las familias sin pan ni vivencia, por los desprestigiados, por los que dan en quiebra, por los que no tienen pan a la hora de comer? Sobre todo, ¿quién sufre por el sufrimiento espiritual del prójimo? Esta apatía general convierte al hombre en un re– concentrado y un escéptico. Se pone en duda la buena voluntad del prójimo y se interpretan torcidamente sus acciones. Se desconfía, en principio, de los gestos al– truistas o caritativos porque se piensa que vienen ins– pirados por inconfesables miras de medro personal o de egoísmo. El clima de la convivencia se enrarece tan– to que nadie confía en nadie. Se pone una interroga– ción escéptica y reticente a la misma amistad. Ya no se puede hablar de fraternidad porque se piensa siem– pre que cada uno busca sus propios intereses y que la humanidad le importa un bledo. No es éste el camino para convertir la fraternidad en "ley de vida". La mentalización para la fraternidad parte de varios puntos fundamentales que podrían con– cretarse, como lo hace el Papa, en esta receta fami– liar para el cristiano: -Tenemos que acostumbrarnos a ver en los hom- bres ... 1.º No antagonistas, 2.º No enemigos, 3.º No rivales, 4.º No competidores, sino HERMANOS. Porque "todo hombre es mi herma- 47
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz