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obrar de modo honrado, iluminar, orientar, dirigir y animar. Es convencer al hombre de que es ciego para que sienta la necesidad de la luz y termine saliendo al encuentro de Cristo para gritar: "Señor, que vea". "Donde haya tristeza, ponga yo alegría". -¿Tristeza? Pero si nunca han sido los hombres tan alegres, nunca se han divertido tanto, da gusto ver cómo ríe la gente... -Pues sí, tristeza. Y una tristeza terrible, que dan ganas de llorar. No te fíes de las apariencias. No llames alegría a las carcajadas ni a las risotadas, por favor. No confun– das la alegría con la gritería, ¿quieres? La gente se es– fuerza por "parecer" alegre: se acicala la sonrisa y se finge la risa como en el escenario. Pero, cuando no hay espectadores todo cambia. ¿No leíste la anécdota impresionante, llena de humanidad y de ternura, de un payaso de circo que tuvo que hacer "su número" con el alma llena de lágrimas por la muerte de su hija? Ven conmigo. Mira qué tristeza lleva en la mirada este hombre. No puede disimularlo ni ensayando la sonrisa ante el espejo. Se nota que sufre. Esa señora que atraviesa la calle con cara de felicidad se ha pa– sado el día llorando. Sí, amigo, la vida es un dolor in– menso. Si se juntaran todas las lágrimas de este día formarían un mar. Se sufre, amigo, por innumerables razones: hay es– posos que no se hablan más que en público para sal– var las apariencias; hay hijos que no se entienden con sus padres; hay hogares fríos moralmente como tém– panos de hielo. Se sufre por el egoísmo, por las am– biciones, por las mezquindades, por las zancadillas, por la envidia, por la soberbia, por la falta de com- 36

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