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tudio sobre "La espera y la esperanza". La historia, la sociología y la psicología hacen de "recaderas" do– mésticas de datos, acontecimientos, cifras, material instrumental válido para elaborar la "teoría", la cien– cia, la sabiduría. Y al fin tendrá que venir la teología a dar las soluciones definitivas sobre el "misterio" de la vida y de la muerte. ¿Cómo se explica el fenómeno de la desespera– ción? Por una experiencia del vacío, de la inconsisten– cia y del fracaso del hombre creador y autónomo, por la paradoja del "superhombre" visto por dentro con su radical fragilidad y pequeñez. El endiosamiento nietzs– cheano -el "hombre enloquecido" tras la muerte de Dios- ha terminado en un fatal sinsentido del hombre mismo. Y el hombre, este hombre soberbio, no ha po– dido soportar su vacío radical. El suicidio es la última coba~día del impotente que se creía Dios. Las palabras de Laín son historia trágica: "Quebrado el utopismo de la esperanza progresista, rota en casi todas las almas la creencia en el seguro advenimiento de fa seguridad universal, ¿podrían los hombres de Occidente construirse una morada histórica donde, a favor de la buena voluntad, perviviesen los valores que han sido el alma de Europa: la verdad, la libertad, la justicia? ,El intento de sustituir la esperanza absoluta en Dios por una esperanza terrenal absoluta y pseudoescatoló– gica ha sido catastrófico y ha puesto al hombre en una situación de fracaso y de ridículo. Los diosecillos de la libertad, del hombre autónomo, de la ciencia y de la técnica no han podido dar la felicidad prometida. Y es en este escenario de hombres que tienen con– ciencia de su fracaso, que sienten asco y náusea ante !a vida, que piensan como Sartre que "el hombre es 32
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