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como un fin independiente en sí misma, la total libera– ción del hombre en el orden económico y social. El ateísmo sistemático es "uno de los fenómenos más gra– ves de nuestro tiempo". (GS, í-19). ¿Cómo poner fe en la vida del c.teo? Empresa ardua y arriesgada sobre todo cuando el ateo se endiosa a sí mismo o se siente satisfecho prescindiendo vitaimente de Dios. Entre las causas del rechazo de Dios figura una que impresiona fuertemente al hombre responsa– ble: "Hay quienes imaginan un Dios por ellos recha– zado que nada tiene que 1er con el Dios del Evangelio" (GS, íbid.) Por eso es preciso y urgente presentar el verdadero rostro de Dios tal como nos lo ha pintado Cristo. Pre– sentar al Dios vivo, dinámico, ardiente, fuerte, compa– sivo, exigente, Padre, Redentor, Santificador. A veces se da la impresión de que Cristo -su persona y su mensaje evangélico- no tiene suficiente capacidad de arrastre. Se pinta un Cristo des-,aído, excesivamen– te humanizado, de "cromo" sensitlero. Y, claro, este Cristo desfigurado no tiene nada que decir al hombre de nuestro tiempo. No se ha presentado al Cristo in– menso- el amigo de los niños y de los pobres, el fusti– gador de los vendedores del templo, el amigo de los pecadores, el buscador incansable de almas, el Hijo del Padre, el Crucificado. Se olvida que Cristo arrastra irresistiblemente al hombre desde la Cruz, como El mismo lo afirmó anticipándose en pJofecía. A ese Dios que "nada tiene que ver con el Dios del Evangelio" tampoco lo admitimos nosotros. El Dios del Evangelio no tiene nada que ver: -con el héroe humano, precursor del "superhom– bre". 27

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