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mo" en 'sú decreto Unitatis redintegratio con estas pa– labras que no dejan Iugar a duda: "En ningún caso debe ser obstáculo para el diá– logo con los hermanos (separados) el sistema de exposi-:;ión de ta fe católica. Es totalmente ne– cesario que se exponga con claridad toda la doc– trina. Naaa es tan ajeno al ecumenismo como el falso iren1smo, · que pretendiera desvirtuar la pu– reza de ta doctrina católica y oscurecer su ge– nuino y verdadero sentido". Para un católico ,rv,aría e.s pieza central de la his– toria de la sa·vación. Es la Madre de Dios, la Inma– culada, la Madr€ de la Iglesia. Es la Madre virginal, es la Asunción. Paliar, desv[rtuar, minimizar a la Virgen es desvirtuar la pureza de la doctrina católica. Silen– ciar a María es una desléáltád para con la Iglesia de Cristo. Parece lógico pensar que tvlaría va a correr con la misión de unir a los cristianos. Desde luego, hay que afirmar que sin María es imposible la unidad ya que quien rechaza a María rechaza· un punto capital del Credo católico y se margina voluntariamente de la Iglesia de Crist'.J. La proclamación de María como Ma– dre de la Iglesia da relive al papel de María como uni– ficadora: no es posible la unión de los cristianos sin la aceptación gozosa de la Madre de la Iglesia. la devoción a María sigue siendo bella por su hu– manidad, su ternura y su alegría. Pero es al mismo tiempo una exigencia lógica dentro del mensaje de salvación. La fraternidad universal se dilata, se robustece y se embellece gracas a la Madre de Dios que es también "nuestra Madre". 267
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