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céntrica cuya peligrosidad queda denunciada por el Concilio cuanao habla de la ética individualista. Por "sentido del otro" no debemos enclaustrarnos en el pro– pio yo o en el mundillo acotado que nos rodea y nos solicita con multiplicidad de planes enanos: Lo honra– do es colaborar al bien común promoviendo y ayudan– do las instituci:Jnes públicas o privadas que sirven pa– ra mejorar las condiciones de vida del hombre. Caín fue un perverso no sólo porque mató a su hermano si– no porque quiso "desentenderse de él". El "desenti– miento" como el "des-amor" nos separan del prójimo y son una falta de lesa humanidad ya que todos somos responsables ce todos. Todos tenemos que responder po~ todos, sencillamente porque somos hermanos. La revisión de vida -otro elemento para sincerar– se en el diálogo- debe incidir seriamente en los de– beres comunitarios. Porque se da el caso de personas que conviven en familia, vinculados por lazos de san– gre y por compromisos del más alto origen, y ya no tienen nada que deci•se. En esta coyuntura se buscan las más originales evasiones, desde la pesca y la caza con los amigos hasta el "ropero" de beneficiencia que reúne durante Jnas horas fuera de casa a los que qui– zá no pueden soportar su soledad en el hogar. Puestos a valorar los hechos, un desconocimiento y una desvinculación de esta clase se excusarán difí– cilmente del pecado de omisión en un punto tan clave como la convh,encia familiar. Por otra parte, cuando se acepta una situación consumada ele carencia ele diá– logo es un síntoma decisivo para diagnosticar que el amor ha muerto para siempre. De cara al exterior se guardan las formas pero faltan los elementos básicos que convierter la simple yuxtaposición de personas en un hogar vrvo, caliente y humano: el diálogo fami- 263

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