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EL DIALOGO Todo lo que se ha hablado y escrito en estos años sobre el diálogo ha servido para probar lo difícil que es dialogar correctamente. El diálogo es un juego lim– pio en el cual importa, antes que nada, participar. Ga– nar o perder es secundario. Desde luego, es preferible perder con elegancia a ganar con trampas. En una formación para el diálogo habría que de– dicar jornadas intensivas a las clases prácticas. Por– que en teoría todos somos respetuosos, sinceros y has– ta amables. Los jugadores de "mus" de las tardes del sábado defienden con voz descompasada y aguarden– tosa que son amigos del diálogo. Los "hippis" de la última hornada se quejan de que no se les toma en cuenta. En nombre del diálogo se han cometido abu– sos inconfesables. Y es que el diálogo necesita, como base, unas cuantas virtudes humanas de difícil ejercicio, tales co– mo la sencillez, la honestidad, la comprensión, la ma– durez, la veracidad, la disciplina. Y un espíritu pro– fundamente abierto para ponerse en el plano intelec– tual, ambiental, sentimental y religioso del prójimo. Los temperamentos poco serenos y equilibrados, los que se acaloran y se irritan con facilidad, los que recurren al grito y al enfado para imponerse a toda costa, los narcisistas, los fariseos, los agresivos, etc., etc.... no valen para dialogar. El diálogo tiene como exigencia primaria el saber escuchar al prójimo. Escuchar es hacer un esfuerzo 260

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