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dro, es causa :le su drama interior, de su hora de fra– gilidad, de su temporal apostasía. Luego recapacitará y llorará ama~gamente por haberse avergonzado de lo que más amó. En la vida oe convivencia se repite el caso de Pedro que se perdona con facilidad. Nunca faltan los espíri– tus serviles, los mezquinos y los astutos que acorralan al amigo con la malquerencia y la envidia: -Tú también eres de los suyos, pero ¿qué ha he– cho para conquistarte? . Y el pobre Pedro de hoy -como el de ayer- no tiene fuerzas para dar un testimonio veraz. "Sí, soy de los suyos porcue me convence su forma de ser, por– que es extraordinario, porque es auténtico". Con frecue,cia vienen las negaciones, no por mala voluntad, no p:>r falta de amor, sino por cobardía. Por– que es difícil ser heroico en la amistad cuando el ami– go se encuentra ausente. 241
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